domingo, 30 de noviembre de 2014

Lo que faltaba y adiós Ramón

Lo último de la cueva era ya lo que faltaba: más allá no se puede ir.  Lo de burlarse de un problema físico es la gota que colma el vaso. Vi movidas, lo intuía.  A un problema médico que me dificultaba el estar al pie de cañón y con público delante, haciendo un esfuerzo para hablar, se unió el malísimo rollo que me dio cuando me enteré de a qué venía la burla. Pero, por suerte, a todo porquiño le llega su sanmartiño y, el destino no tardó mucho en darle su merecido a la autora de la humillación. Espero que el traslado que le comunicaron llegue a termino para librarme de ella que es lo único que deseo en estos momentos. Y si al final no la trasladan, me joderé y tendré que conformarme con el mal rollo que tuvo después del susto que se llevó. Por otra parte, el rollito ya me dio puerta, lo cual incluso me alegra.  Sólo quería ir al motel. Lo primero que me pregunto es ¿por qué motel si tiene casa? Ante mi negativa de ir al motel directamente, el otro día accedió a ir a picar algo y, como al final no quise tema, entre otras cosas porque era tarde ya, me dijo que no quería saber nada más de mí.  En otro momento de mi vida, sería lo ideal pero, ahora mismo no estoy en esa onda. Pena no haberlo conocido antes aunque, no sé si llegaría ni siquiera a rollito porque físicamente no es ni minimamente atractivo. Yo quiero calor, quiero que me complazcan, quiero un amigo y, entonces, si que puedo irme a un motel. Lo curioso, es que, antes de que me dejase plantada como una cebolla, y cuando tuve el problema en la cueva, tuve un sueño. Soñé con el de siempre, soñé que me abrazaba y me daba calor, mucho calor. Porque era lo que necesitaba, calor. En fin: adiós Ramón.

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