miércoles, 11 de noviembre de 2009

Una conquista poco higiénica

Mi amigo se había independizado y hacía propaganda de su dirección completa. Tal y como lo contaba, yo pensaba que vivía en un chalet en la playa. El tenía una preciosa setter irlandesa. Recuerdo que aquel día, yo venía de comprar una mesa de cañas que tenía en el maletero del coche cuando me lo encontré por la calle. Después de saludarnos, nos fuimos a tomar un algo, y después otro algo y algo más hasta que nos dieron las seis de la mañana y entonces, me invitó a dormir a su casa. El estaba de muy buen ver y yo estaba disfrutando de mi recién estrenada soltería por lo tanto, no tuve el más mínimo inconveniente en aceptar su invitación. Cuando llegamos a su casa, el portal de madera de color verdoso estaba roto por abajo y las escaleras, que se caían hacia un lado, estaban cubiertas de sintasol sucio y viejo. Lo peor fue cuando entramos a su casa, el water y la cocina parecían un estercolero y la cama era un cajón con algo blando en el fondo. Cuando llegué allí, me quedé paralizada, incapaz de echar a correr que era lo que se merecía la ocasión, al fin y al cabo, en menos de una hora tenía que irme a trabajar. Cuando me metí en la cama con él, le noté un bultito en la espalda y en cuanto encendí la luz descubrí que era una pequeña garrapata, y otra, y otra ... hasta tres o cuatro le saqué. Las ganas de salir de allí se iban incrementando pero, ya estabamos en la cama, y allí me quedé. Al cabo de una semana, sentí un extraño picor ... tenía ladillas ... Es increible en donde podemos llegar a meternos cuando la desesperación de una separación reciente nos ahoga...

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